No todo mundo ha perdido su ingenuidad, de ahí que no todo el mundo sea desgraciado. [E.M. Cioran]

jueves, 4 de noviembre de 2010

Exhumación

Cada que visito el panteón no puedo evitar el deseo de ver a mi padre, de abrir la caja y exhumar su cuerpo, tocar y arrojarme a sus huesos. Quién sabe cómo ha de estar tras un año enterrado. Yo le explico a mi madre que no sentiría ninguna sensación adversa, por lo contrario, calmaría y borraría muchos de mis males, se lo digo en tono indulgente como intentando convencerla, aplico un poco de chantaje, poco, porque en el fondo sé que es verdad, pues poder tocar sus restos ayudaría a acreditar su muerte, el saber cómo son sus pómulos por debajo de la carne constataría que no es él quien arregla los rosales y quien se anda por el amasijo inventándose nuevos panes; constataría que él es el muerto y no yo, razones de la física, metafísica o la holística para entender que es él quién expiró y nadie más, por citar algunos, han sido más de 950 muertos los que he contado del día de su muerte a la fecha, ninguno ha depositado en mí y mi alrededor el deseo de entender las razones metafísicas de la muerte, ya sé que es porque el muerto es mi padre y teníamos los mismos pómulos. Pero regresando a la exhumación (que bonita palabra, es una conjunción de vocablos fuertes, sin cacofonías, con un vacío casi al centro de la palabra como si ese mutismo sirviera de ventana para escapar; es un vacio útil, paliativo y liberador), como quisiera verlo levantarse en calidad de esqueleto, yo no tendría ningún inconveniente en besar una calavera, de hecho he pensado varias veces que si mi padre hubiera deseado que lo incineraran yo me habría robado parte de sus cenizas y cada mañana, sobre todo las tristes, lo disolvería con dosis pequeñas en mi café. Me imagino cosas como cuando de niña me decían que si me comía las semillas me iba crecer en la panza un árbol o que si me pasaba el chicle las tripas se me iban a pegar, algún efecto más o menos así imagino con las cenizas de mi padre, y esto no sé si lo vi en alguna película o es verdaderamente mi pensamiento, hace mucho que no sé muchas cosas, hace mucho que me cuesta trabajo disociar la realidad.

A veces creo, que la memoria es la peor tumba que existe, hay recuerdos muy bellos, que por buenos que sean, se deben dejar atrás, pero no sucede así, la debilidad del ser humano es tal, que ni la ausencia comprueba vacío, o el mutismo demuestra silencio, eso dice mi padre, lo repite como si fuera una oración, una incesante oración: “La ausencia no comprueba vacío ni el mutismo demuestra silencio.” Lo repite cada vez que mi madre se cansa, cada vez que mi madre no soporta más, cada vez que mi madre le implora que ya deje de llorar a mi retrato. Parece que mi madre tuvo más fuerza, tal vez fue a ella a quien la homeopatía le ayudó. A mi padre le ayudan de vez en cuando los rosales y el amasijo.

Ellos deben saber que su beso en la tumba, me penetra hasta los huesos. Sin necesidad de exhumación, sé que nuestros pómulos, sí son idénticos.

Recordando a mi padre en su primer aniversario de viajero.
5 de Nov.

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