No todo mundo ha perdido su ingenuidad, de ahí que no todo el mundo sea desgraciado. [E.M. Cioran]

miércoles, 29 de agosto de 2012

Todos los cielos son cartapacios




Te he dicho que soy una máquina convulsa de espantos
nave de un cielo enorme
cartapacio para todos los recuerdos,
y todos los recuerdos son brazadas de mi cuerpo en bruto,
mis brazadas son abejas bruscas y orates,
mis brazadas son las de un centauro de pezones dilatados y un ombligo como cráter,
una lengua salada, inadvertida, de  palabra triste y  memoria esférica.

Mi cuerpo es un saco de pertrechos inútiles,
mi cuerpo es tan obsceno,
mi cuerpo está rabioso y con las entrañas tensas y  a punto de ebullición,
mis brazadas se hacen cosmos dispersos y parturientos por todo el mundo
y los cielos de todo el mundo son cartapacios de mi cuerpo en bruto
porque soy un eco, una simbiosis de moléculas atoradas en las manecillas,
pero ha de existir un cielo para todos los que no son recuerdos,
para esa gente que nace inmortal, que se vuelve cromosoma y enzima
gente que te roba la infancia como si los recuerdos fueran tan ligeramente arrebatables
o tan ligeramente irremplazables;
pero también  hay gente que nace de la nada y se queda,
por eso se roba la ingenuidad sin el menor remordimiento,
por eso la diatriba está entre mis pechos, y no la suelto.

Yo soy de los que duerme con los ojos duros como canicas para soportar la nada
y  mis brazadas, mis brazadas son para todos lados, porque mi cielo es ciclópeo,
en él guardo todo lo que hay en un hombre crudo de brazadas cáusticas.
                      
Presuntamente me han robado la memoria,
el cielo es tan vasto y bruto como mi cuerpo
que ya no importa cuántas brazadas he dado.







jueves, 23 de agosto de 2012


Hoy mi madre me hizo pensar en la fractalidad de los cuerpos, de cuántos fragmentos estaremos hechos y cuántos resquebrajamientos podrá soportar el cuerpo, porque el alma puede estar vencida pero el cuerpo anda y anda, aunque la psicología clínica diga lo contrario con ese discurso de la somatización, si puedes caminar puedes salir a balear, puedes ir a una iglesia, puedes con más facilidad quitarte la vida si eso te alivia. A mí lo que me mata es imaginar un cuerpo lleno de fracturas, me mata saber que un paso en falso y una prótesis se rompe, me atormenta imaginar la torpeza para levantarse de la cama a toda prisa para ir al llamado de la puerta, al llamado de su vejiga, al llamado del hambre, si ese cuerpo tiene el alma vencida y llena de añoranzas, quizá andando paso a paso para traer verduras y tortillas y preparar comida para muchos, para tantos que éramos, pues ya no recuerda o mejor dicho, no se acostumbra al vacío, hacer la comida  le cura un poco la eternidad; caminar con la prudencia del infante, es simplemente para esa alma vencida, caminar, pero con el alma vencida y el cuerpo en fragmentos, que venga alguien a decirme la cura, por eso tiemblo cada vez que algo cae, cada vez que un objeto se cae yo imagino que es un cuerpo, no me gustan las caídas, no me gustan los quirófanos, no me gusta que mi madre crea que puede burlar los suelos, y tiemblo de saber lo frágiles que somos, la tristeza de reconocerla tan frágil.

lunes, 20 de agosto de 2012

La sopa caliente





La vulnerabilidad deja más que un hormigueo en las venas. Podría decir que me vale madres la ética que prometí para el regreso a este blog, podría decir que me importa un carajo la coherencia de lo que escribo, la congruencia es un valor que hace tiempo he dejado de cosechar; mis actos, mis emociones, mi desafío humano no es más que un almanaque de ilusiones y he empezado a sepultar; uno cree que el equilibro está en una fotografía de la infancia, o en los olores de la sopa de la madre, incluso llega uno a pensar que limpiar la casa, tirar libros y revistas, limpiar espejos, es suficiente para encontrar el punto neutro, pero llega la noche y la casa queda limpia, huele a sopa caliente y la fotografía luce un portarretrato impecable, todo gira y se ve tan normal; a los pocos minutos a uno le entra la rabia de ver todo en el mismo lugar, con la congruencia que el vecino dice ver en tu vida, la casa ordenada, olor a sopa caliente, una fotografía hermosa de tu infancia, pero a uno le sigue ladrando el pecho, le sigue rebanando a uno la memoria un ejército de recuerdos y uno quiere estallar en dos palabras, y uno quiere escarbar como sabueso, uno quiere chupar las respuestas y uno se adhiere como sanguijuela a esa persona que  nombras, en ese silencio, en esa casa limpia con olor a sopa caliente y con una fotografía de tu infancia, uno nombra a ese ser de la combustión. Y respiras, sales a la calle, compras ropa, vas al trabajo, ves gente mutante en la ciudad, el pecho te sigue ladrando, lo sigues extrañando, lo nombras, llegas a casa, te sirves un trago, la sopa está fría, las cortinas de la ventana son amarillas con jazmines estampados, aún huelen a suavitel, te enredas en ellas como abrazarte a esa persona que nombras, te arrullas en movimientos tiernos de vaivén, susurras una canción de cuna, el perro que arremete en tragarse uno a uno tus órganos se duerme, lo nombras calladamente, lo extrañas tenuemente, el hormigueo en las venas te vale madres y en lugar de tirarte por la ventana como el estallido te lo pide..., prefieres ir a calentar la sopa. 



martes, 14 de agosto de 2012

La melancolía de los paraguas




La melancolía se la debo a un paraguas mal usado, porque se debe saber todo acerca de los paraguas antes de abrir uno, yo no lo sabía pero estos artefactos no son tan simples como se cree;  un buen paraguas debe tener la circunferencia de nuestros brazos extendidos y el alto de nuestro cuerpo en cuclillas, así que nuestro paraguas debe ser seleccionado a nuestra medida, el punto está en que su talla es más bien estandarizada, inconcebiblemente las medidas de estos artefactos son universales, como si en Nigeria o  Málaga  los abrazos y la tristeza se manifestaran igual. Todo el mundo es poco para hablar de los paraguas.
      Los arcángeles deben hacer un concurso de la mejor creación y uso de su paraguas en el cielo, apuesto por ello.

(Agosto-2001)

jueves, 4 de noviembre de 2010

Exhumación

Cada que visito el panteón no puedo evitar el deseo de ver a mi padre, de abrir la caja y exhumar su cuerpo, tocar y arrojarme a sus huesos. Quién sabe cómo ha de estar tras un año enterrado. Yo le explico a mi madre que no sentiría ninguna sensación adversa, por lo contrario, calmaría y borraría muchos de mis males, se lo digo en tono indulgente como intentando convencerla, aplico un poco de chantaje, poco, porque en el fondo sé que es verdad, pues poder tocar sus restos ayudaría a acreditar su muerte, el saber cómo son sus pómulos por debajo de la carne constataría que no es él quien arregla los rosales y quien se anda por el amasijo inventándose nuevos panes; constataría que él es el muerto y no yo, razones de la física, metafísica o la holística para entender que es él quién expiró y nadie más, por citar algunos, han sido más de 950 muertos los que he contado del día de su muerte a la fecha, ninguno ha depositado en mí y mi alrededor el deseo de entender las razones metafísicas de la muerte, ya sé que es porque el muerto es mi padre y teníamos los mismos pómulos. Pero regresando a la exhumación (que bonita palabra, es una conjunción de vocablos fuertes, sin cacofonías, con un vacío casi al centro de la palabra como si ese mutismo sirviera de ventana para escapar; es un vacio útil, paliativo y liberador), como quisiera verlo levantarse en calidad de esqueleto, yo no tendría ningún inconveniente en besar una calavera, de hecho he pensado varias veces que si mi padre hubiera deseado que lo incineraran yo me habría robado parte de sus cenizas y cada mañana, sobre todo las tristes, lo disolvería con dosis pequeñas en mi café. Me imagino cosas como cuando de niña me decían que si me comía las semillas me iba crecer en la panza un árbol o que si me pasaba el chicle las tripas se me iban a pegar, algún efecto más o menos así imagino con las cenizas de mi padre, y esto no sé si lo vi en alguna película o es verdaderamente mi pensamiento, hace mucho que no sé muchas cosas, hace mucho que me cuesta trabajo disociar la realidad.

A veces creo, que la memoria es la peor tumba que existe, hay recuerdos muy bellos, que por buenos que sean, se deben dejar atrás, pero no sucede así, la debilidad del ser humano es tal, que ni la ausencia comprueba vacío, o el mutismo demuestra silencio, eso dice mi padre, lo repite como si fuera una oración, una incesante oración: “La ausencia no comprueba vacío ni el mutismo demuestra silencio.” Lo repite cada vez que mi madre se cansa, cada vez que mi madre no soporta más, cada vez que mi madre le implora que ya deje de llorar a mi retrato. Parece que mi madre tuvo más fuerza, tal vez fue a ella a quien la homeopatía le ayudó. A mi padre le ayudan de vez en cuando los rosales y el amasijo.

Ellos deben saber que su beso en la tumba, me penetra hasta los huesos. Sin necesidad de exhumación, sé que nuestros pómulos, sí son idénticos.

Recordando a mi padre en su primer aniversario de viajero.
5 de Nov.