No todo mundo ha perdido su ingenuidad, de ahí que no todo el mundo sea desgraciado. [E.M. Cioran]
lunes, 20 de agosto de 2012
La sopa caliente
La vulnerabilidad deja más que un hormigueo en las venas.
Podría decir que me vale madres la ética que prometí para el regreso a este
blog, podría decir que me importa un carajo la coherencia de lo que escribo, la
congruencia es un valor que hace tiempo he dejado de cosechar; mis actos, mis
emociones, mi desafío humano no es más que un almanaque de ilusiones y he
empezado a sepultar; uno cree que el equilibro está en una fotografía de la
infancia, o en los olores de la sopa de la madre, incluso
llega uno a pensar que limpiar la casa, tirar libros y revistas, limpiar
espejos, es suficiente para encontrar el punto neutro, pero llega la noche y la casa
queda limpia, huele a sopa caliente y la fotografía luce un portarretrato
impecable, todo gira y se ve tan normal; a los pocos minutos a uno le entra la
rabia de ver todo en el mismo lugar, con la congruencia que el vecino dice ver
en tu vida, la casa ordenada, olor a sopa caliente, una fotografía hermosa de
tu infancia, pero a uno le sigue ladrando el pecho, le sigue rebanando a uno la
memoria un ejército de recuerdos y uno quiere estallar en dos palabras, y uno
quiere escarbar como sabueso, uno quiere chupar las respuestas y uno se adhiere
como sanguijuela a esa persona que nombras, en ese silencio, en esa casa limpia
con olor a sopa caliente y con una fotografía de tu infancia, uno nombra a ese
ser de la combustión. Y respiras, sales a la calle, compras ropa, vas al
trabajo, ves gente mutante en la ciudad, el pecho te sigue ladrando, lo sigues
extrañando, lo nombras, llegas a casa, te sirves un trago, la sopa está fría,
las cortinas de la ventana son amarillas con jazmines estampados, aún huelen a
suavitel, te enredas en ellas como abrazarte a esa persona que nombras, te
arrullas en movimientos tiernos de vaivén, susurras una canción de cuna, el
perro que arremete en tragarse uno a uno tus órganos se duerme, lo nombras
calladamente, lo extrañas tenuemente, el hormigueo en las venas te vale madres
y en lugar de tirarte por la ventana como el estallido te lo pide..., prefieres
ir a calentar la sopa.
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